Las mujeres que atrapan sapos
- Fabiola Ramirez
- 8 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: hace 1 día
Leyendo Jackie & Maria, de Gill Paul, el libro me encantó. Me di cuenta de algo sobre mí y sobre las historias que me atrapan. No importa si son novelas históricas, biografías o romances: lo que más me gusta leer son libros con mujeres que se atreven. Mujeres que hacen. Mujeres que no esperan a que las cosas les pasen, sino que las provocan. Mujeres “doers”. Esas que protagonizan no por accidente, sino por decisión.
Se sabe que los libros nos transportan a otros lugares, y nos permiten vivir otras vidas. Es por eso que los libros nos hacen sentir más vivos, pues leemos de vidas muy diferentes a las nuestras, y nos inspiran, quizá, a despertar una parte de nosotros que a veces no sabemos que existe.
Esta semana, en terapia con mi tanatóloga, platicamos sobre algo que he reflexionado siempre. Una escena simple, pero el recuerdo de la situación regresa con frecuencia, como si tuviera algo nuevo que enseñarme. Es algo que me pasó cuando tenía ocho años, en el rancho de mi papá. Y cuando digo rancho, me refiero a uno de verdad: con vacas, caballos, chivos, borregos, cochinos, gallinas… y todos los animales que aparecen en las canciones.

En algunas vacaciones, mis papás invitaban a otras familias a pasar la semana allá, y los niños éramos felices entre corrales y animales. Por las noches después de cenar, solíamos ir a atrapar luciérnagas, pero en esta ocasión alguien propuso algo distinto: atrapar sapos. Yo, la mayor del clan, me sentí con la responsabilidad de advertirles el peligro. Acababa de aprender en clase de ciencias que hay un tipo de sapo que, al estresarse, libera una toxina que puede causar ceguera. Por lo que me parecía absurda la idea de ir a arriesgarnos. Aunque les di una cátedra sobre los sapos y sus toxinas, mis hermanas y primos no me escucharon. Salieron corriendo con tinas y palos, felices de la nueva aventura, mientras yo me quedé en la terraza, enojada. Me molestó que no me hicieran caso, que ignoraran la advertencia… pero, sobre todo, me enojé conmigo misma. Porque no fui.
Me quedé sentada, viendo desde lejos los gritos, las risas, las luces de las linternas moviéndose entre los árboles. Esa noche decidí no participar, no arriesgar, no ensuciarme, no dejarme llevar. Me pareció más sensato. Pero siempre me ha dolido no haber ido y quedarme sentada en la mecedora de mi abuelita.

Y desde entonces, cada vez que me enfrento a una decisión que me saca de mi zona de confort, esa escena regresa: ¿quién voy a ser hoy? ¿La Fabiola que se queda sentada en la mecedora, segura, calculando riesgos, sabiendo que tiene razón? ¿O la Fabiola que se levanta, corre, salta charcos y vive la historia aunque le dé miedo?
Por eso me inspiran tanto estas mujeres de las novelas. Mujeres como Jackie y Maria. Mujeres que persiguen lo que quieren, aunque se equivoquen. Que buscan sapos, los atrapan y los hacen suyos. Que se atreven a amar, a perder, a pelear, a cambiar, a fallar, a volver a empezar.
En mi vida, más de una vez he ido a atrapar sapos (con mucha, mucha cautela, he ido), pero hay momentos que la vida nos sacude y el miedo regresa, y gracias a estas historias, cada vez me siento más cerca de levantarme de la mecedora.
R… te marco al rato porque ya llegué.
Fabiola
EPISODIO DE EN LA MISMA PÁGINA RELACIONADO:
En este episodio hablamos sobre Jackie & Maria, una novela de Gill Paul que reimagina las vidas de Jackie Kennedy y Maria Callas. Dos mujeres distintas, pero igualmente decididas a vivir bajo sus propios términos. Un episodio sobre ambición, amor, rivalidad y lo que significa ser protagonista de tu propia historia.
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